Jobs: cuando no alcanza con ser parecido

Mucho se habló sobre la película dedicada a Steve Jobs que hizo el actor y tuitero Ashton Kutcher. Si bien nadie recuerda  alguna película buena (vamos, piensen. No hay. No me digan El Efecto Mariposa, por favor), le depositamos algunas esperanzas a este emprendimiento que debemos destacar una cosa: no es la película basada en…

Por Federico Aikawa

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Mucho se habló sobre la película dedicada a Steve Jobs que hizo el actor y tuitero Ashton Kutcher. Si bien nadie recuerda  alguna película buena (vamos, piensen. No hay. No me digan El Efecto Mariposa, por favor), le depositamos algunas esperanzas a este emprendimiento que debemos destacar una cosa: no es la película basada en la biografía de Jobs que hizo Walter Isaacson y que vendió millones de ejemplares en todo el mundo. Esa va a salir después y tiene a un gran guionista como Aaron Sorkin (The Social Network).

Y ese pequeño detalle, pero no menos importante, se nota mucho en la película de Ashton. Porque más allá de las caracterizaciones (que en general están bien, aunque debo subrayar que el caminar de Jobs que eligió Kutcher no es el del Jobs joven, sino el del Jobs enfermo y moribundo), la película decide centrarse en la historia de Jobs entre los orígenes de Apple y los locos años 70, y la presentación del iPod, que si bien revolucionó a la industria, no fue tanto como la llegada del iPhone que cambió todo para siempre. Y esto nos lleva a un punto en particular. Porque la película no decide contar las grandes proezas de Jobs desde su regreso a Apple o la etapa más íntima, esa que no pudimos ver porque estaba detrás de sus muros de su casa en California. O del propio Jobs con su padre adoptivo, de quien sacó gran parte de su caracter, y de su odio durante toda su vida con sus padres reales. O de su hermana biológica, que conoció luego y que lo acompañó hasta su último aliento de vida

No, nos muestra a un Jobs público, algo que casi todos conocíamos y que vimos una y otra vez en Piratas del Sillicon Valley o en documentales como Welcome To Macintosh. Tampoco deja mucho lugar para la pelea con Bill Gates, que quedó casi minimizada por completo pero que fue importante para explicar la salida de Jobs de Apple en los 80, y para explicar su regreso en los 90.

A diferencia de The Social Network, en donde se puede apreciar un verdadero drama detrás de la creación de la red social más popular del planeta, en Jobs nos terminamos retorciendo en dramas accionarios, de directores de empresas, de CEO’s que cambian, pero no en lo sustancial: el Jobs humano, malísimo, que rechaza a su hija Lisa durante años hasta que conoce a su última esposa y las cosas empiezan a cambiar. Todo eso está sintetizado en pocos minutos.

La sensación a la salida del cine fue que nunca queda claro que Jobs era un genio, pero también una pésima persona y que sus decisiones terminaron muchas veces conduciéndolo por caminos equivocados hasta que cayó y tuvo que reconstruirse desde cero. Y es que la gran fortaleza de Jobs no otra cosa que eso, renacer desde las cenizas para terminar construyendo la empresa más valiosa del planeta. Tampoco puede apreciarse en Kutcher algo que habló mucho sobre Jobs y es el famoso «Campo de Distorsión de la Realidad», una característica que tuvo Jobs gracias a su tremendo carisma, sino que parece más los efectos de un nene caprichoso que nunca creció. Si hasta Steve Wozniak, compañero de Jobs desde el principio, fue uno de los primeros críticos de la cintaes bastante obvio que lo que vimos no estuvo a la altura. 

Es una pena que una persona como Jobs haya tenido una tan mala primera experiencia cinematográfica (Piratas del Sillicon Valley es una película para TV y está mucho mejor), por lo que deberemos esperar por la versión final, íntima, y personal que leímos con Isaacson hace un año. En definitiva, esta película fue una oportunidad perdida. Una pena.

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