El atentado con gas sarín que cambió para siempre al metro de Tokio

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La secta Aum Shinrikyo, liderado por un gurú casi ciego de 40 años, Shoko Asahara, organizaron en 1995 uno de los atentados más recordados de Japón

Por Federico Aikawa

En la mañana del 20 de marzo de 1995, la rutina de la ciudad de Tokio se vio interrumpida por uno de los ataques terroristas más mortíferos y desconcertantes de la historia moderna de Japón. Durante la hora punta, cinco hombres abordaron cinco trenes distintos del metro de Tokio. A las 8:00 a.m., cada uno perforó bolsas de plástico, liberando gas sarín, uno de los venenos más letales conocidos. El resultado fue devastador: 13 personas perdieron la vida en una muerte agónica por asfixia y cientos resultaron heridas en un ataque con gas nervioso en el corazón neurálgico de Japón.

Este ataque no fue obra de terroristas convencionales, sino de un grupo religioso denominado Aum Shinrikyo, liderado por un gurú casi ciego de 40 años, Shoko Asahara. Asahara, con una mezcla de ambiciones desmesuradas y un poder carismático que persuadía a sus seguidores a cometer actos inconcebibles, promulgó la creencia de que el fin del mundo era inminente y que solo a través de la destrucción podía venir la salvación.

Aum Shinrikyo, o la Verdad Suprema, se presentó inicialmente como un grupo inocente e incluso infantil, ofreciendo a sus seguidores una amalgama de ideas extraídas del budismo, el hinduismo y el cristianismo, todo ello teñido por la afición de Asahara a la ciencia ficción y los cómics. Con el tiempo, esta fachada inofensiva dio paso a una ideología implacable y oscura. Asahara y sus acólitos comenzaron a preparar secretamente un arsenal de armas químicas y biológicas para el apocalipsis que creían inminente.

Shoko Asahara, la mente detrás de los atentados con gas sarín

Shoko Asahara, cuyo nombre real era Chizuo Matsumoto, nació el 2 de marzo de 1955 en la prefectura de Kumamoto, Japón. Ciego de nacimiento en su mayor parte, Asahara creció en una sociedad que no le ofrecía muchas oportunidades.

Sin embargo, su vida tomó un giro dramático cuando fundó Aum Shinrikyo (Verdad Suprema) en 1984. Lo que comenzó como una escuela de yoga y un grupo de meditación pronto se transformó en un culto religioso apocalíptico bajo su liderazgo.

Asahara se presentaba a sí mismo como un ser iluminado, con influencias de varias religiones, incluyendo el budismo, el hinduismo y el cristianismo, además de su interés en profecías apocalípticas y la ciencia ficción. Proclamaba que tenía el poder de purificar a sus seguidores de sus pecados y de salvarlos del inminente fin del mundo, que él aseguraba estaba cerca. Su carisma y su habilidad para manipular las inseguridades y los deseos espirituales de las personas le permitieron atraer a un número significativo de seguidores, incluyendo a muchos individuos altamente educados y profesionales.

Bajo la dirección de Asahara, Aum Shinrikyo adoptó creencias y prácticas extremas. Enseñaba que el mundo estaba corrupto y que debía ser destruido para purificarlo. El grupo acumuló armas químicas y biológicas y comenzó a cometer actos de violencia y terrorismo. El más notorio de estos actos fue el ataque con gas sarín en el metro de Tokio el 20 de marzo de 1995, que resultó en la muerte de 13 personas y cientos de heridos. Este ataque sacudió a Japón y al mundo, revelando la naturaleza peligrosa y mortal de Aum Shinrikyo.

La captura de Asahara en mayo de 1995 marcó el principio del fin para Aum Shinrikyo. Fue encontrado escondido en un complejo del culto y arrestado bajo múltiples cargos, incluyendo asesinato y producción de armas químicas. Durante su juicio, se le retrató como un líder manipulador que había perdido contacto con la realidad, aunque Asahara se mostró mayormente silencioso y no cooperativo.

El 6 de julio de 2018, después de años de juicios y apelaciones, Shoko Asahara fue ejecutado junto con varios miembros destacados de su culto. Su muerte cerró un capítulo oscuro en la historia de Japón, pero dejó muchas preguntas sin respuesta sobre cómo un culto apocalíptico pudo llevar a cabo actos tan terribles. La herencia de Aum Shinrikyo, ahora conocido como Aleph, sigue siendo un recordatorio sombrío de la capacidad de persuasión de los líderes carismáticos y del peligro que representan los cultos destructivos.

Los efectos del gas sarín en las personas

El gas sarín es un potente agente nervioso desarrollado inicialmente en Alemania en 1938 como un pesticida. Es incoloro e inodoro, lo que lo hace particularmente peligroso porque puede ser liberado en el aire sin que las personas se den cuenta de su presencia. Pertenece a la misma clase de armas químicas que el tabún, el somán y el VX, todos los cuales actúan inhibiendo una enzima esencial en el cuerpo llamada acetilcolinesterasa. Esta enzima es crucial para el funcionamiento normal del sistema nervioso.

Cuando el sarín entra en el cuerpo, ya sea por inhalación, ingestión o contacto dérmico, impide que la acetilcolinesterasa realice su función habitual de descomponer el neurotransmisor acetilcolina en las sinapsis nerviosas. Como resultado, la acetilcolina se acumula y continúa activando los músculos, lo que puede llevar a una serie de síntomas graves y potencialmente letales.

Los efectos del sarín en el cuerpo humano pueden variar desde leves a fatales, dependiendo de la cantidad a la que una persona ha estado expuesta:

  • Exposición leve: Puede causar síntomas como lagrimeo, dolor de cabeza, salivación excesiva, sudoración, tos, dificultad para respirar, náuseas y vómitos. También puede provocar fatiga, confusión y debilidad muscular.
  • Exposición moderada a severa: Puede resultar en síntomas más graves, incluyendo pérdida del control de los esfínteres, convulsiones, parálisis y dificultad respiratoria severa, lo que puede llevar a la muerte por asfixia debido a la parálisis de los músculos necesarios para la respiración.

El tratamiento para la exposición al sarín incluye la administración inmediata de antídotos, como atropina y pralidoxima, que actúan para contrarrestar los efectos del veneno. Además, se puede requerir soporte respiratorio y medidas para descontaminar la piel y evitar una mayor absorción del agente.

Debido a su extrema toxicidad y los efectos devastadores sobre la población civil, el uso de sarín y otros agentes nerviosos está prohibido en la guerra bajo la Convención sobre Armas Químicas.

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