Cualquiera que haya visitado Japón como turista habrá notado la gran cantidad de chicos pequeños que van solos por la calle a la escuela. Se ve en las grandes ciudades y en las pequeñas. Esto es posible, en gran parte, a la seguridad que existe en la calle, sumado a una sensación de cuidado colectivo de los niños que forma parte de la idiosincracia japonesa. Ese fenómeno es en parte capturado por el reality japonés, «Mi Primer Mandado» es una serie de televisión japonesa ha llevado el concepto de independencia infantil a un nuevo nivel.
Emitida en Netflix, esta serie documental de entretenimiento presenta a niños, tan jóvenes como de dos años, aventurándose solos en el mundo, realizando compras o navegando por el transporte público.
Aunque para los espectadores internacionales el formato puede parecer novedoso, en Japón lleva más de 30 años al aire. Su propuesta es simple: niños de tan solo dos años son enviados a realizar encargos en solitario, mientras un narrador con tono de comentarista deportivo narra sus titubeos, desvíos y pequeños triunfos.
El programa refleja una cultura donde la independencia infantil no solo se valora, sino que se considera una parte esencial del crecimiento. “Es una forma muy japonesa de criar: enseñar a los niños a cumplir con sus deberes dentro del grupo, más que a destacar individualmente”, explica Toshiyuki Shiomi, profesor emérito de desarrollo infantil en la Universidad Shiraume Gakuen de Tokio.
Inspirado en un libro infantil de 1977, Mi primer mandado comenzó como una sección dentro de otro programa en Nippon TV en 1991. La versión actual, que Netflix presenta en episodios breves y entrañables, sigue a niños que enfrentan su primer desafío público: comprar fideos, llevar ropa a la lavandería o simplemente recordar la lista que les dio su madre.
La mayoría de las veces, el plan no sale perfecto. Una niña se olvida de comprar parte del pedido. Otro niño se detiene y se niega a continuar. Y más de uno se distrae hablando consigo mismo. Las cámaras captan tanto los tropiezos como los momentos de superación, con adultos en las sombras listos para intervenir si algo se complica.
El éxito del programa también se relaciona con el alto nivel de seguridad que, tradicionalmente, ha caracterizado a Japón. En las escuelas, los alumnos limpian sus aulas. En casa, desde pequeños, se espera que ayuden a preparar la comida o administrar su mesada. Incluso figuras como la princesa Aiko, hija del emperador Naruhito, iban solas a la escuela en sus primeros años.
«Mi primer mandado», un reality exitoso en Japón
La serie se destaca no solo por su audaz propuesta sino también por la meticulosa preparación que conlleva cada episodio. Las rutas de los mandados son inspeccionadas previamente por padres y personal de producción, asegurando un entorno seguro para los pequeños aventureros.
Una parte esencial del encanto del programa radica en su capacidad para infundir confianza en los niños. A pesar de comenzar sus misiones con miedo, el desenlace suele ser un poderoso testimonio de orgullo y autoconfianza, demostrando que, incluso a una edad temprana, son capaces de superar desafíos significativos.
La llegada de «Mi Primer Mandado» a Netflix ha generado un debate interesante sobre su impacto y relevancia cultural fuera de Japón. Algunos pueden encontrar el formato y la estética del programa distintivamente japoneses, con su uso de fuentes caricaturescas y efectos sonoros que acompañan cada acción.
Sin embargo, esta fascinación no está exenta de preocupaciones. La seguridad de los niños participantes es una prioridad absoluta, tanto para los espectadores como para los productores del programa. Aunque se toman medidas extensas para garantizar su bienestar, surge la inquietud sobre los riesgos potenciales para otros niños que podrían sentirse inspirados a emprender sus propias aventuras sin el mismo nivel de supervisión y apoyo.
Sin dudas, se trata de un formato televisivo que nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de la infancia, la independencia y la seguridad en el mundo moderno.