Cuando Nintendo anunció que construiría un museo dedicado a sus 135 años de historia, muchos imaginaron un espacio colorido y vibrante, lleno de música alegre y diseñado para entretener tanto a los más pequeños como a los padres nostálgicos. Sin embargo, el Museo de Nintendo, que abre sus puertas al público el 2 de octubre en el tranquilo vecindario de Uji, en la prefectura de Kioto, sorprende al ser más un viaje de recuerdos que un parque de diversiones para los niños.
Apenas cruzas los portones de entrada, te reciben algunos símbolos clásicos de Nintendo: un set de tubos de Mario, bloques de poder y un hongo, además de una representación en 8 bits de Mario bajando por un mástil. Es un golpe inicial de nostalgia para los aficionados. Sin embargo, más allá de estos detalles, el edificio exterior se asemeja a cualquier oficina corporativa de la zona. Esto tiene sentido, pues el museo está alojado en un edificio inaugurado en 1969, utilizado inicialmente para la producción de cartas Hanafuda y, más tarde, para la fabricación de consolas como el Famicom (conocido fuera de Japón como Nintendo Entertainment System, NES).
Una vez dentro, y por los ¥3,300 que cuesta la entrada, comienza el verdadero recorrido. En el segundo piso se encuentra el salón principal del museo, donde docenas de exhibiciones muestran cada una de las consolas y portátiles de Nintendo, desde el Famicom de 1983 hasta la Switch de 2017, incluyendo rarezas como el Virtual Boy. Los visitantes pueden ver los empaques originales de las consolas y juegos clave, tanto en sus versiones japonesas como en las norteamericanas y europeas. Los accesorios nostálgicos como la Game Boy Printer y el Power Pad, que combinaban ejercicio y videojuegos, también forman parte de la muestra.
La parte trasera de cada exhibición revela lo que hizo única a cada consola, con innovaciones que Nintendo ha considerado «primicias mundiales», como el uso de controles de voz en la NES o los primeros pasos hacia el juego en red. Además, los fans de la historia previa al mundo de los videojuegos no quedarán decepcionados, ya que hay una sección dedicada a los juegos analógicos y juguetes tempranos de la compañía, incluyendo las cartas Hanafuda.
A pesar de la riqueza de la colección, algo que llama la atención es la falta de explicaciones detalladas en las exhibiciones. El museo opta por dejar que los visitantes formen sus propias conexiones, lo que puede resultar una oportunidad perdida para destacar las contribuciones de figuras clave como Shigeru Miyamoto, Satoru Iwata o Gunpei Yokoi.
El primer piso, en cambio, ofrece una experiencia más interactiva. Aquí, los visitantes pueden jugar en estaciones con consolas clásicas como el Nintendo 64 y el Super Nintendo. Con una tarjeta cargada de monedas virtuales, pueden disfrutar de juegos en sesiones de siete minutos, lo que garantiza que todos puedan participar. También hay actividades como una máquina de bateo Ultra Machine en una sala ambientada en la era Showa, lo que añade un toque de juego retro.
El punto culminante del recorrido es una sala con controles gigantes, donde dos personas deben trabajar en equipo para jugar juegos como Super Mario World en el SNES, controlando por separado la cruceta y los botones. Si bien esta área es la más atractiva para los niños, en realidad parece estar más dirigida a los adultos nostálgicos que crecieron con estos juegos.
Como en cualquier museo, la visita no estaría completa sin pasar por la tienda de regalos. Desafortunadamente, esta es algo decepcionante, con una selección limitada de productos exclusivos que no justifica los precios elevados, salvo que quieras llevarte a casa un enorme cojín en forma de control de consola por ¥11,000.
Para aquellos que necesiten recargar energías, el Hatena Burger, al lado de la tienda, ofrece hamburguesas sabrosas aunque algo caras. Sin embargo, el ambiente del lugar y su menú carecen de la creatividad que muchos podrían esperar, especialmente si lo comparamos con lugares como Kinopio’s Cafe en el parque Universal Studios Japan.
En resumen, el Museo de Nintendo es más una celebración para los nostálgicos que una atracción para las familias con niños pequeños. No es una visita obligada si tu tiempo en Japón es limitado, pero si creciste con consolas como la NES o la GameCube, este museo seguramente te hará exclamar “¡Natsukashii! (¡Qué nostalgia!)”.
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