La bienvenida a Japón es una experiencia inolvidable para cualquier viajero que llega después de un largo vuelo. Desde el momento en el que puse un pie en el aeropuerto gracias a esta beca del gobierno japonés, se puede sentir la hospitalidad japonesa en todo su esplendor.
Antes de llegar al sector de migraciones, los visitantes son recibidos por un enorme cartel que dice «Okaerinasai» (おかえりなさい) en hiragana, lo que significa «Bienvenido a casa». Este gesto de bienvenida es mucho más cálido y acogedor que un simple «Welcome». Esta imagen quedará grabada en la mente de cualquier viajero que llegue a Japón, y es solo el comienzo de una experiencia única y emocionante en un país lleno de encantos y sorpresas.
Después de pasar por el proceso de migraciones, un conductor del MOFA (Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón) nos estaba esperando con carteles personalizados con nuestros nombres y fotos. Este detalle demuestra el riguroso protocolo japonés y su compromiso con brindar una experiencia de viaje sin problemas. Durante nuestro vuelo, también llegaron tres viajeros nikkei desde Sao Paulo, Brasil: Fernando Matsumoto, Yuka Ono y Laís Higashi, así como el representante de Chile, Akira Lido Manaka, que llegó en un vuelo casi simultáneo al nuestro. Todos ellos también habían aplicado a la misma beca del gobierno japonés.
En el aeropuerto de Narita, aprovechamos la oportunidad para adquirir un chip de datos que resultó ser una herramienta indispensable durante el viaje. Costó 6500 yenes y ofrecía datos ilimitados durante 14 días, suficientes para cubrir toda nuestra estadía en Japón. Aunque la conexión 4G no funcionaba bien dentro del aeropuerto, una vez fuera de él, la señal mejoró significativamente.
Ubicados ya en el hotel en la zona de Yotsuya (no conocía este barrio, me pareció muy bien ubicada para aquellos que quieran viajar a Tokyo), aproveché la noche libre (y tratar de no dormir temprano para ir ajustando el reloj biológico), tomé la tarjeta SUICA que me dio papá (y que usaba él cuando se fue de Japón en 2009) y me fui hasta la zona de Ginza con una lluvia torrencial.
Agotado y «jetlaggeado», regresé al hotel para preparnos para el día 1 de la beca del gobierno japonés que comenzaba bien temprano.
Día 1 DE LA BECA DEL GOBIERNO JAPONÉS
En el desayuno pude conocer al resto de los nikkei que habían llegado de Brasil. Allí estaban Tayná Horiguchi (de Belén), Carlos Oshiro (Manaos), Claudia Nakazato (Sao Paulo) y Mie Francine Chiba (Paraná).
En la recepción del hotel conocimos a dos personas que se convertirían en nuestros compañeros de viaje en Japón: Tomo-san y Kitano-san, nuestros intérpretes japonés-inglés que resolverían cualquier problema. También conocimos al resto de los becarios que habían llegado antes que nosotros: Narumi Akita Giménez (Paraguay), Daniel Yamanaka (Brasilia), Dali Yazawa (Venezuela), Yuri Fukushima (Bolivia) y Jessica Fernández Harada (México). Ocho brasileños, dos argentinos, un chileno, una venezolana, una paraguaya, una mexicana y una boliviana. Todos nikkei latinoamericanos.
Para evitar problemas de conversación, todos optamos, casi sin decirlo, por hablar en inglés. Fue la forma más fácil de poder charlar entre brasileños e hispanosparlantes, ya que gran parte del programa se iba a desarrollar en ese idioma, aunque cada tanto aprovechamos el encuentro para intercambiar algunas palabras en español y portugués entre nosotros.
La primera jornada en el MOFA tuvo el fin de introducirnos en el programa, contándonos detalles de lo que íbamos a hacer los siguientes días. Fue una bienvenida cálida por parte de los oficiales a cargo de esta beca del gobierno japonés conocida formalmente como «Programa de Invitación de la Comunidad Nikkei», y también se establecieron quiénes serían los encargados (los senpai) que iban a hablar en determinados momentos del programa en nombre de todos. Es una costumbre muy japonesa de darle esa distinción a las personas de mayor edad, que suelen tener mucha más experiencia. Fue así como Yuka, Fernando, Carlos y Dali, se convirtieron en nuestros senpai en el día 1.
Esta beca del gobierno japonés fue mutando con los años. Antes se trataba de un programa para menos personas, pero con muchos más días, pero luego optaron por un formato más masivo (e inclusivo) con menos días pero más personas. Su fin principal es la de establecer un puente entre Japón y los países Latinoamericanos, en donde se encuentran las mayores comunidades de japoneses en el exterior.
Si hay algo que se destacó una y otra vez en el programa, es que Japón reconoce los esfuerzos que hicieron estas comunidades en sus respectivos países por mantener las tradiciones japonesas y ser en cierta forma, los embajadores de la imagen de Japón en el mundo. Gran parte de la imagen que tienen los países latinoamericanos sobre los japoneses, fue formada por estos nikkei que trabajaron durante décadas (y a puro pulmón, puedo decir), para divulgar el idioma, danzas, dedicación al trabajo y los platos típicos. El principal objetivo de este programa es en cierta divulgar información detallada y de primera mano, a los nikkei, para que puedan divulgarla de la mejor manera posible en sus comunidades.
La mayoría de los participantes brasileños tenían alguna vinculación con instituciones nikkei, sobre todo los brasileños (Ono, Matsumoto, Nakazato), en donde se nota la fuerte presencia tanto del gobierno de Japón como de comunidades mucho más desarrolladas dentro del ámbito social y económico (hay 1.5 millones de nikkei en Brasil), con vínculos muy estrechos desde el ámbito empresarial. Para muchos de los participantes el programa resultó ser la primera experiencia de viaje a Japón; otros regresaban después de 25 años (Oshiro); y para otros era la oportunidad de conocer más sobre la sociedad japonesa (Fukushima, Yazawa y yo)
En el próximo post: La sociedad japonesa moderna
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