Jaya Thursfield, un desarrollador de software australiano de 46 años, desafió las advertencias de amigos y familiares cuando se topó con una casa en Japón que parecía perdida en un bosque de maleza, una típica «akiya» o «casa vacía». A pesar de su abandono de siete años, Thursfield vislumbró su potencial único: las tejas caídas, los aleros altos y un vestíbulo que evocaba la majestuosidad de un templo budista.
En 2017, Jaya y su esposa japonesa, Chihiro, dejaron Londres en busca de una casa espaciosa con un gran patio. Su plan inicial de construir en terreno vacío se vio frustrado por los altos costos de la tierra en Japón. Fue entonces cuando descubrieron la akiya, una alternativa más económica y a menudo con mayor terreno disponible.
Esta elección no era única: otros compradores, especialmente extranjeros, están optando por estas propiedades abandonadas, considerando su valor y potencial frente a la disminución de la población en Japón. Según datos gubernamentales, alrededor de 8,5 millones de akiya existían en 2018, aproximadamente el 14% del stock de viviendas del país. No obstante, se estima que este número ha aumentado significativamente desde entonces.
La casa de los Thursfield, ubicada en la prefectura de Ibaraki, fue abandonada tras la muerte del dueño anterior. La municipalidad intentó venderla sin éxito hasta que Jaya la adquirió por 3 millones de yenes tras una inspección rápida que reveló que, a pesar de los años de abandono, la estructura no tenía problemas graves.
Estas akiyas, aunque generalmente pierden valor con el tiempo debido a la construcción posterior a la Segunda Guerra Mundial y los cambios en los códigos de construcción, representan una oportunidad única para aquellos dispuestos a restaurar en lugar de demoler. Los Thursfield gastaron alrededor de 150.000 dólares en renovaciones desde su compra en 2019 y han compartido su viaje de restauración en YouTube, ganando más de 200.000 suscriptores.
Estos edificios, abandonados por herederos o dejados intactos por respeto a los ancestros, representan un dilema: su descuido puede amenazar la estabilidad de las comunidades y desencadenar disputas familiares. Funcionarios a nivel local y nacional están tratando de abordar el problema, subvencionando demoliciones y creando conciencia sobre la importancia de mantener estas estructuras.
Además, empresas inmobiliarias y consultoras emergentes están capitalizando el interés en las akiyas, emparejando compradores con estas propiedades únicas. Sin embargo, algunos propietarios como Takahiro Okada, un periodista jubilado, se enfrentan a la disyuntiva de vender o mantener sus casas familiares. Okada se opone a demoler su hogar, viendo el valor inherente en la singularidad de las construcciones japonesas.
En medio de este resurgimiento de interés por las akiyas, hay figuras como Alex Kerr, que ha restaurado y mantenido una de estas casas durante décadas, convirtiéndola en una casa de huéspedes. Kerr busca preservar la riqueza cultural y la singularidad de estas casas, resaltando cómo el enfoque japonés en la carpintería y el uso del espacio es único en el mundo.
Fuente: NYTimes
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Una respuesta a «Casas de 30 mil dólares en Japón: los extranjeros aprovechan el momento de un exceso de «viviendas vacías»»
[…] que deprecian: Al igual que los autos, las casas en Japón pierden valor con el tiempo, siendo el terreno vacío más valioso que uno con una casa […]