El Japón actual es muy distinto al que existía a principios del siglo XX. La ambición imperialista lo había posicionado como una de las potencias en Asia, de la misma forma que el Reino Unido tuvo sus colonias por gran parte del globo, algunas que perduran hasta nuestros días.
En 1904 estalló un conflicto bélico entre dos de las mayores potencias que existían en la región por aquel entonces, los Imperios de Rusia y Japón. Ambos contaban con monarquías y sus deseos de expandirse eran permanentes. El objetivo era una parte que habían ocupado los nipones en la península coreana y parte de China, conocida como Manchuria.
Entre los beligerantes estaban el Emperador Meiji y el Zar Nicolas II. Claro, los rusos contaban con el apoyo del principado de Montenegro, un estado que había recibido algo de ayuda de los zares y deseaban retribuirles con algo de apoyo moral -no podían ofrecer mucho más- ya que se encuentra a una distancia muy lejana aún para nuestros días.
La guerra Ruso-Japonesa finalizó con una victoria nipona y el tratado de paz fue firmado en Maine, EE.UU. Claro, tanto Rusia, como Japón y Los Estados Unidos se olvidaron de un detalle: Montenegro. El pequeño principado de Europa oriental no fue incluido en el tratado, por lo que técnicamente y por un error de la diplomacia, la guerra entre estos dos países siguió vigente.
En ese siglo, y con las uniones y divisiones generadas por las Guerras Mundiales, Montenegro sufrió permanentes cambios, pasó a formar parte de Yugoslavia, y después la federación recordada como Serbia y Montenegro. Tras un plebiscito en 2006, pasó a ser un estado independiente.
La viceministra de relaciones exteriores de Japón visitó Montenegro 24 de julio de 2006, y recién ahí, junto con el reconocimiento del país, se dio por concluido uno de los conflictos más insólitos de la diplomacia.
Enlace: Japan’s 100 Year War That Ended in 2006