En Japón, el KitKat no es solo una golosina: es un fenómeno cultural, un objeto de colección y, para muchos, un amuleto de la suerte. Mientras que en la mayoría de los países el KitKat se limita a los sabores clásicos de chocolate con leche u oscuro, en el archipiélago nipón se ha convertido en un verdadero paraíso para los amantes de esta barra de chocolate, con más de 300 variedades que van desde el té verde matcha hasta el wasabi, pasando por sabores tan insólitos como la batata, el sake, el melón de Hokkaido o incluso versiones cubiertas de oro comestible.
La historia de cómo Japón se adueñó de este clásico europeo es tan singular como deliciosa. La clave está en una afortunada coincidencia lingüística: “KitKat” suena muy similar a “kitto katsu” en japonés, que significa “seguro que ganarás”. Esta frase, utilizada para desear suerte, especialmente a los estudiantes antes de los exámenes, convirtió al KitKat en un símbolo de buenos augurios y lo catapultó a la cima de la popularidad local. Pero el éxito va mucho más allá de la superstición: la creatividad, la innovación y el respeto por las tradiciones regionales han hecho del KitKat un ícono japonés.
La explosión de sabores: creatividad sin límites
Japón es el país que más sabores de KitKat ha desarrollado en el mundo. La marca lanza cada año alrededor de 20 nuevas variedades, muchas de ellas inspiradas en ingredientes locales o en postres tradicionales japoneses, y las reemplaza en los estantes cada dos meses, manteniendo siempre la expectativa y la curiosidad del consumidor. Así, el KitKat se convierte en una experiencia de descubrimiento constante: quien viaja por Japón puede encontrar desde KitKat de manzana Shinshu en Nagano, hasta KitKat de pudding en Kobe, o de momiji manju (pastel típico de Hiroshima) en esa región.
Esta diversidad no es casualidad. Nestlé Japón ha apostado por una estrategia de innovación constante, colaborando con chefs y pasteleros reconocidos, como el maestro repostero Yusamasa Takagi, para crear ediciones limitadas y sabores exclusivos que solo pueden encontrarse en determinadas regiones o durante ciertas temporadas. El resultado es una oferta tan amplia y cambiante que muchos turistas viajan exclusivamente para probar y coleccionar los KitKat japoneses.
- Set de 2 sabores diferentes
El valor sentimental y la costumbre del omiyage
En Japón, regalar dulces es una costumbre profundamente arraigada. El omiyage, o regalo que se lleva a familiares, amigos o compañeros de trabajo después de un viaje, es parte fundamental de la cultura japonesa. Los KitKat, con sus ediciones regionales y limitadas, encajan perfectamente en esta tradición, convirtiéndose en el souvenir ideal. Además, la asociación del nombre con la buena suerte ha hecho que los padres regalen KitKat a sus hijos antes de los exámenes, y que incluso existan envoltorios especiales donde se pueden escribir mensajes de ánimo.
En 2009, Nestlé llevó esta costumbre un paso más allá, creando el “KitKat Mail” en colaboración con el servicio postal japonés, permitiendo a los estudiantes enviar KitKat como amuletos de buena suerte antes de los exámenes de ingreso a la universidad. Incluso tras desastres naturales, como el terremoto y tsunami de 2011, los KitKat se enviaron a las zonas afectadas con mensajes de aliento, consolidando su papel como símbolo de esperanza y solidaridad.
Ediciones regionales y exclusivas: el coleccionismo KitKat
Una de las mayores peculiaridades del KitKat japonés es la existencia de sabores exclusivos de cada región, conocidos como “chiiki gentei”. Estos solo pueden adquirirse en determinados lugares, lo que fomenta el coleccionismo y el turismo interno. Por ejemplo, el KitKat de wasabi solo se encuentra en Shizuoka y Kanto, el de edamame en Tohoku, y el de té amargo en Kyoto. Esta estrategia no solo promueve la economía local, sino que también refuerza el orgullo por los productos regionales.
El diseño de los empaques es otro elemento distintivo: colores vivos, ilustraciones llamativas y referencias a la cultura local convierten cada KitKat en un pequeño objeto de arte. Para los coleccionistas, conseguir todas las variedades es un desafío casi imposible, pero sumamente divertido.
Tiendas especializadas y la experiencia premium
El furor por los KitKat en Japón ha dado lugar a tiendas especializadas, como las KitKat Chocolatory, ubicadas en barrios de lujo como Ginza, en Tokio. Estas boutiques ofrecen sabores exclusivos y ediciones limitadas, como el KitKat cubierto de oro o las versiones “sushi”, que simulan piezas de sushi con arroz inflado y algas, pero con sabores de frambuesa, melón o budín de calabaza. La experiencia de compra es premium: los clientes pueden personalizar sus barras, probar degustaciones y adquirir presentaciones de lujo.
Estas tiendas han elevado el estatus del KitKat, transformándolo de simple snack a regalo sofisticado, apto para ocasiones especiales. La Chocolatory también ha sido pionera en lanzar sabores más saludables, con menos azúcar, para satisfacer a un público cada vez más consciente de su alimentación.
El ciclo de innovación y la cultura de la sorpresa
El éxito del KitKat en Japón se sostiene sobre un ciclo de innovación constante. Cada nuevo sabor pasa por un proceso de desarrollo que puede durar hasta seis meses, desde la idea inicial hasta su llegada a las tiendas. No todos los experimentos triunfan: algunas variedades, como la de jarabe para la tos o la de bebida deportiva, no lograron conquistar al público. Sin embargo, el margen de error es parte del encanto: los consumidores esperan con ansias las novedades y disfrutan probando sabores insólitos, aunque algunos sean efímeros.
Esta cultura de la sorpresa y la experimentación ha convertido al KitKat en un fenómeno que trasciende la gastronomía. En Japón, probar el último sabor de KitKat es casi un ritual, una forma de celebrar la diversidad y la creatividad, y de compartir momentos especiales con amigos y familiares. Como los Pocky, los KitKat son parte de la cultura nipona.
Japón es, sin duda, el paraíso de los KitKat. La combinación de innovación, respeto por las tradiciones, creatividad en los sabores y una poderosa carga simbólica han hecho de este sencillo chocolate un ícono nacional. Más que una golosina, el KitKat japonés es una ventana a la cultura del país: su amor por el detalle, su gusto por lo efímero y su habilidad para transformar lo cotidiano en algo extraordinario. Para quienes visitan Japón, recorrer el país en busca de nuevos sabores de KitKat es una aventura tan deliciosa como inolvidable.