La posibilidad de una erupción repentina del Monte Fuji es considerada de baja probabilidad por la mayoría del público japonés. Aunque ocurrió hace tres siglos, los expertos enfatizan la importancia de tomar precauciones serias para evitar una catástrofe mayor. Esta preocupación se comparte entre algunos profesionales médicos y de respuesta a desastres en áreas vulnerables cercanas al volcán.
Hideaki Anan, médico y director encargado de medidas de crisis médica en Kanagawa, organizó un ejercicio de dos días para preparar al personal médico ante un posible desastre. Se busca estar listo para proporcionar tratamiento médico en condiciones severas, incluso si no se produce un terremoto.
Anan describió cómo una erupción afectaría drásticamente: la visibilidad se reduciría, los vehículos no serían utilizables, y la ceniza dificultaría la respiración. El equipo médico enfrentaría enormes desafíos para brindar atención.
El simulacro realizado en noviembre puso de manifiesto la complejidad de la situación. La parálisis de la autopista, la interrupción de los servicios médicos aéreos y otros problemas logísticos serían inmediatos. Además, la falta de suministro eléctrico dejaría a muchos hospitales sin capacidad para atender emergencias.
Anan resaltó la necesidad de preparativos extensos y coordinados entre hospitales y centros gubernamentales para enfrentar una crisis prolongada. En un país donde los desastres naturales no son extraños, esta preparación es esencial.
El médico, con experiencia en desastres anteriores, como el terremoto y tsunami del 2011 en Tohoku y la pandemia de COVID-19, aboga por un enfoque centrado en la planificación gubernamental para mejorar la respuesta en situaciones de emergencia.
El Monte Fuji, un volcán activo, tuvo su última erupción en 1707, dejando capas de ceniza en Tokio y causando estragos en la agricultura. Después de este suceso, se formaron paisajes naturales como los lagos Shoji y Sai, así como el Bosque de Aokigahara.
Se han tomado medidas preventivas desde los terremotos de baja frecuencia alrededor del 2000. Sin embargo, aún se identifican desafíos en la capacidad de respuesta a una eventual erupción. El ejercicio de entrenamiento reveló la necesidad de una mayor preparación en la coordinación de esfuerzos entre los hospitales y el gobierno.
Anan concluyó enfatizando la rareza de estos eventos y la necesidad de que todo el país esté preparado para afrontarlos. La planificación y la coordinación a nivel nacional son cruciales ante la posibilidad de una catástrofe de esta magnitud.