La historia del nikkei argentino que peleó en la guerra de Malvinas

alberto matsumoto

Juan Alberto Matsumoto vive hace más de tres décadas en Japón. Pero en 1982 estuvo en la guerra de Malvinas defendiendo la bandera argentina en las islas.

Por Federico Aikawa

En el vasto tapiz de historias que entretejen la memoria colectiva de la Guerra de Malvinas, algunas resuenan con un eco único, narrativas personales que trascienden las meras estadísticas del conflicto para tocar las fibras más profundas de la humanidad, el sacrificio y la supervivencia.

Una de esas historias pertenece a Alberto Matsumoto, cuyo legado se extiende más allá de su condición de veterano: es un puente viviente entre culturas, un nikkei argentino que llevó la resiliencia y el honor de sus ancestros al campo de batalla en las Islas Malvinas. En una reveladora entrevista con el canal de YouTube Japatonic, titulada «El japonés que peleó en la guerra de Malvinas» del 2022, Juan Alberto Matsumoto desgrana los recuerdos de aquellos días marcados por el frío, el combate y la camaradería, ofreciendo un testimonio que ilumina no solo su lucha personal sino también el inquebrantable espíritu de todos los que vivieron en primera línea uno de los capítulos más difíciles de la historia argentina.

Desde su infancia en Escobar, Buenos Aires, hasta su actual vida en Japón, la historia de Matsumoto es un viaje de superación, aprendizaje y, sobre todo, de un profundo amor por dos patrias.

Matsumoto recuerda con precisión aquel abril de 1982, cuando, recién finalizado su servicio militar obligatorio y estando en la Universidad de Buenos Aires, decidió presentarse voluntariamente al llamado de la clase 62. Al día siguiente de su llegada a la unidad, reemplazó a un compañero que había formado una familia, y rápidamente fue enviado a Puerto Argentino. Aunque se sintió preparado para la batalla, gracias a los tres meses de instrucción militar recibidos, la realidad del combate y la vida en las trincheras eran desafíos diarios.

La alimentación y el frío fueron dos constantes en las islas. Matsumoto relata cómo, inicialmente, la comida era suficiente y variada, pero con el incremento de los bombardeos, la nutrición disminuyó drásticamente, llegando a sobrevivir las últimas dos semanas a base de polenta. Para combatir el frío, usaban turbas malvineras, que aunque eficaces, les dejaban cubiertos de hollín.

A pesar de la intensidad de los combates en algunas áreas, Matsumoto y su sección no enfrentaron combate cuerpo a cuerpo. Reflexiona sobre la diversidad en el frente, incluyendo a seis o siete descendientes de japoneses y el encuentro con un oficial nikkei en la logística.

La captura por las fuerzas británicas marcó un momento amargo, aunque Matsumoto destaca el trato relativamente bueno que recibieron como prisioneros. Utilizando su dominio del inglés, actuó como intérprete entre los soldados argentinos y británicos, experimentando un trato humano aún en pleno conflicto bélico.

El retorno a la vida civil fue una mezcla de alivio, frustración y el doloroso reconocimiento de que la misión no se había completado. A pesar de la distancia y de haberse radicado en Japón hace más de tres décadas, Matsumoto mantiene contacto con otros veteranos gracias a las redes sociales y participa en eventos de confraternidad, valorando la camaradería y el apoyo mutuo entre quienes compartieron la experiencia de Malvinas.

La historia de Matsumoto es un testimonio de resiliencia, adaptación y la búsqueda de significado tras el trauma del conflicto. En sus palabras pide reconocimiento y respeto por los veteranos, no como figuras políticas, sino como ciudadanos que cumplieron con su deber.

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